El motivo y la razón

Testigo Ocular por Carxyus

“Si tus fotografías no son lo suficientemente buenas es porque no estás lo suficientemente cerca.”




Robert Capa

Querer acercarse a donde están pasando las cosas, creo firmemente que esa es la obsesión para muchos fotógrafos, vencer la distancia y desentrañar el misterio de aquello que nos ha robado la atención, por ello, la orilla de un encordado puede acercarte a la esencia de los sueños, es la última frontera entre el aficionado y el talento del ring, es un lugar para vivir de cerca el caldero de las emociones que da la lucha libre.

El fotógrafo de ringside es tan privilegiado como apestado en una arena. El privilegio es poder ver de cerca la acción, escuchar con detalle el estallido de los raquetazos, el estruendo de una plancha desde la tercera, la intensidad de los costalazos, es poder sumergirte en una cercanía que incluso te hace sentir en carne propia el castigo que capturas con la cámara.

La vocación, la sed de fotografías, puede llevarte a buscar entre los lugares más inusuales, te hace acercarte a donde huele a peligro, pero igual no te rajas. Estamos ahí para sacar fotos, que serán las sobrevivientes de un presente que se desvanece con la velocidad de un flashazo.

La maldición de estar en primera línea es lidiar con el aficionado de primera fila que te tunden como si del rudo más abominable te trataras, es estar en el límite del estorbo y ser el principal Testigo Ocular, el que va a guardar en una foto un recuerdo invaluable para las siguientes generaciones que gozan con el deporte espectáculo,  debes ponerte al tiro con la acción inesperada que puede terminar con una patada en la cámara cuando más concentrado estás por encuadrar la escena, debes asumir que por andar de metiche puedes acabar bañado de chela, o con un empujón que te hará caer de nalgas al piso antes de siquiera darte cuenta.

No hay boleto en ninguna localidad que pague la vista que puedes gozar con la barbilla pegada a la lona, buscando tu toma entre segunda y tercera cuerda, que te haga vibrar en frecuencias muy altas imaginando que en cada acción está latente la posibilidad de encontrarte con la foto de tu vida en una fracción de segundo.

Cuando uno llega al costado del encordado, es un extranjero hambriento de aventuras queriendo plantar bandera, y como en todo aquello que vale la pena, hay que pagar derecho de piso, nadie espera a un fotógrafo más en el batallón estorbando lo mismo a aficionados o a otros medios, los que llegaron antes y que pasaron por lo mismo, te van a aplicar en menor o mayor medida, con aplicación sutil, o feroz determinación, un empujón, un pisotón, o te van a tapar la toma, porque nadie te regala nada, ni te da la cordial bienvenida, y créeme, te va a ser de mucha utilidad, porque te ayudará a darte cuenta si ese lugar tan cerca del ring vale el pisotón, o solamente pone a prueba tus ganas de encontrar un espacio en la competencia de medios. Pero qué va, uno no va pensando en ello, sólo tiene en mente en encontrar esa foto, La Foto, piensa en aguantar, en lograr permanecer en ese abrazo al costado del ring, y la promesa de recompensa es estar codo a codo con aquellos que te motivaron, que te deslumbraron hasta la envidia con la precisión de su timing,  y te inspiraron con su trabajo con la cámara para tomar ese camino.

Y del dolor de rodillas que vas desarrollando con el tiempo ya ni hablamos.

Cuando decides vivir la lucha libre al borde del cuadrilátero ya no hay marcha atrás, la primera fila luce como un abismo de hielo cuando has probado el fuego de la acción a una distancia muy corta.

Para Esteban, Marco, Luis, Raquel y el Guayabusa.

Foto: Aline Huerta
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