Los precios populares, en peligro de extinción

Uno de los recuerdos de la infancia de muchos de nosotros es sin duda cuando se escuchaba el carro de sonido recorrer las calles para anunciar la función de la Arena cercana a nuestro barrio.

Las luchas del programa eran repetidas una y otra vez por una voz muy particular quien al compás del tema Los Luchadores del Conjunto África remataba con la frase “Precios Populares”, que invitaba a las familias a asistir con la promesa de no afectar su economía.

Sin embargo, para muchos era casi impensable ir con todo la raza pero siempre hubo un papá, mamá, tíos, abuelos que sacaban del gasto para cumplir con el deseo de ver a los héroes enmascarados.

Ahí, los ídolos del momento, aquellos que veías en la televisión, encabezaban el cartel que la modesta empresa logró armar sin “la visión de negocios” de ahora pero con los mismos anhelos de mantener la tradición viva sabiendo que ese gladiador era garantía de éxito en taquilla y espectáculo.

Hoy, a más de tres décadas de distancia de mi infancia, puedo asegurar que la ruleta giró a una visión muy diferente con luchadores sobrevaluados económicamente que difícilmente llenan un recinto luchístico y emprendedores, en su mayoría ignorantes de cómo hacer lucha libre, que creen que por tener lana, una buena campaña en redes sociales y llevar producto extranjero en lugares caros será suficiente para hacer mucho dinero, “como en Estados Unidos”.

Foto: Lourdes Grobet.

La pandemia es el claro ejemplo de que una actividad económica, viendo desde ese punto de vista a la lucha libre, es un mal negocio si no se sabe llevar y más si se pretende recuperar un año y medio de pérdidas en una sola función. Ante esto surge la interrogante:  

¿Realmente nos alcanza el dinero para pagar la entrada a una “magna” función de lucha libre?

La triste realidad es que el bolsillo de los mexicanos en general ha sido golpeado por muchos factores que surgieron a raíz del cierre parcial o total de varios sectores económicos, esto con la finalidad de evitar la propagación del COVID-19.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), durante los primeros meses de la pandemia, se perdieron 12.5 millones de empleos y aunque esa tendencia actualmente va en recuperación tras el cambio de semáforo epidemiológico en los estados que han permitido una reapertura limitada, es una realidad que en muchos hogares se endeudaron para solventar los gastos de uno o varios familiares enfermos o, en su lamentable consecuencia, los servicios funerarios de aquellos que no lograron sobrevivir.

Y aunque algunos afortunadamente no perdieron sus empleos, el gasto en el hogar se incrementó ante la alza de precios de productos básicos como las tortillas que en algunas zonas alcanzó los 20 pesos por kilo o combustibles como el gas LP y la gasolina, indispensables para la industria, por lo que es lógico que la población ponga como prioridad comer que ir a divertirse.

Foto: Cuartoscuro

En este mismo entorno el Inegi señala que en los últimos 12 meses, el 82.7% de personas mayores de 18 años no asistió a obras de teatro, conciertos o presentaciones de música en vivo, espectáculos deportivos, exposiciones y proyecciones de películas o cine. Y solo el 17.3% lo hizo, sin considerar el aforo limitado.

Considerando que a este tipo de entretenimiento asisten personas con un poder adquisitivo superior al de cualquier habitante de las zonas populares, esto ha mermado la asistencia a las Arenas de Lucha Libre debido a que su público proviene principalmente de la clase media a baja.

Claro ejemplo de esto es la fallida empresa Federation Wrestling cuyó acceso más barato para su función inaugural alcanzaba los 250 pesos y el más caro 4 mil pesos, en un recinto poco habitual como el Lienzo Charro Constituyentes. Esto por supuesto que fue el motivo de su colapso porque: ¿A quién es su sano juicio se le ocurre hacer una mega función con altos costos en una economía tan golpeada como la mexicana?

Un fenómeno que reafirma que la lucha libre es popular es lo sucedido con el Coliseo Morelos, que si bien ha sido crucificada por la Comisión de Lucha capitalina por pasarse por el arco del triunfo las medidas sanitarias, su éxito se debió en gran medida a la entrada libre.

Y aunque no traían a las máximas estrellas del momento y apostaron a darle proyección a su talento, la gente asistía por varios factores: Entretenimiento, accesibilidad y hartazgo por el encierro.

Así otros casos similares como la Arena Mamá Lucha’s, Arena 2 de Junio, Coliseo Coacalco, Arena Tepito, Arena López Mateos (con AULL) que hacen el esfuerzo de traer alguna estrella de renombre con su boleto más caro que oscila entre los 70 a los 500 pesos, equivalente al precio más barato de Federation Wrestling (QEPD). Incluso Robles Promotions con un programa similar a FW puso su boleto más bajo en la López Mateos en 700 pesos, cinco veces más caro que la marca que nació muerta.

Aunque no se trata de malbaratar el producto, el promotor debe ser más congruente con sus precios, tanto de costo como de ganancia, el luchador más empático con aquel que le da trabajo y dejar a un lado el ego de que va a llenar cuando todos sabemos que hoy nadie llena por sí solo.

Todos hemos sido golpeados por la pandemia y todos podemos salir adelante, poco a poco y sin engolosinarnos. La lucha libre es de PRECIOS POPULARES, los que llenan las arenas son las familias, no los villamelones y facefans que por desgracia son la apuesta de promotores de las empresas y muchos independientes.     

Cierro con esta frase que decía mi bisabuela y que creo que es vigente hoy en día: “Prefiero que en mi casa coman, que en la casa del cirquero”. Así las cosas.

Gracias por leerme hasta aquí.

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